miércoles, 11 de diciembre de 2013

El mundo en tus manos


La emisora de radio borboteaba las últimas noticias bajo el parabrisas, que iba de un lado para otro sin coger ninguna gota. Que era Diciembre, y el tiempo se distrajo al Octubre, cuando, entre playas abarrotadas, el otoño saludaba efusivamente a unos meses que le pasaban de largo. Y después pensó: “¿Ah sí? Pues ahora el frío os va a venir de golpe”. Y así fue, de una noche para otra las plantas ya aparecían congeladas, los coches ciegos de cristales empañados y las calles resbaladizas de unos pocos transeúntes helados. La emisora paró, junto con el motor del coche, al llegar a su destino. Quitó las llaves y dio un último suspiro antes de salir. No había mucho hielo en el lago, esa noche. Y él ya la esperaba. Con una bufanda gris y colonia de lavanda. No, espera, no es una historia de amor, ni de corazones rotos. Él la esperaba con esa bolsita en la mano, los gramos de cada semana. Se dirigieron un seco saludo. Fueron al grano  y poco después ya volvía a estar dentro del coche.
Ella había tenido el universo entre sus manos, ella tenía el universo entre sus manos, pero se lo guardó en el bolsillo porque le molestaba. Y abrió la bolsita.

¿Sabes?


¿Sabes?
Te escribiría una canción
Si supiera componer.
Y tocaría la guitarra,
Rasgaría las cuerdas,
Si supiera.

Te bailaría un tango,
En horizontal,
Si supiera los pasos
Y tiraría la rosa
Para no pincharnos
Sobre el colchón.

Te compraría una casa
Si tuviera suficientes
Ladrillos
Para ello.

Y , ¿sabes?
Sólo me queda un poema,
Para escribirte
Todo lo que haría
Mejor que eso.

Si te cortas el pelo


A veces, entre su pelo
Olía las rosas del jardín
Y el té por la mañana.
A veces, me escondía
Entre su cuello,
Y esos rizos dorados
Me mantenían callado.
A veces, se le erizaban
Hasta las puntas
De los remolinos
Que se deslizaban (por su espalda)
Al tocar el cielo.
A veces, se giraba de golpe
Y limpiaba toda la habitación
De cosas que no brillaran tanto
Como su pelo.
Y a veces también,
Se peleaba con él,
Por ponerse en medio
Y lo confinaba a las alturas
De un moño deshecho.
Y siempre le dije
Que me gustaban sus ojos
Aunque nunca comenté
Que la encontraba más guapa
Cuando el pelo se le metía en ellos.
A veces, la quise,
Y ahora,  que lleva el pelo corto
ahora todavía la quiero.

Aguas turbias


Nos pasamos la vida
Buscando el oro,
Dentro del río
Bajo las piedras.
Nos pasamos los días
Esperando un golpe de suerte,
Siguiendo la corriente.
A veces entre tus ojos,
Pude ver un destello
Que me pareció dorado,
O plata,
O cualquier cosa que coja todo el sol y te lo devuelva,
En un instante.
Y aún así se volvió a perder.
Y seguí buscando oro,
Como todos los otros.
Hasta que hace poco, me di cuenta
Que el oro solo tenía el valor que le dábamos,
Que el agua ya estaba turbia de tanto remover,
Y que ese río ya no tenía nada de reluciente.