Una mente
científica que no me deja pensar “Eh, ¿Y si solo es así porqué lo siento?”.
Podría
ser así porque hay un por qué detrás, detrás del que siento así como si no
hubiera razón. Esa obsesión analítica de que por un seguido de acciones se deviene un efecto dominó que me hace caer
a mí misma en este espiral de estallidos desafinados. Según las leyes de la física
clásica debe de haber un efector. Un estímulo, una mirada, una razón, un
dilema, una duda, un cualquier que se estampa contra la primera ficha y empieza
el juego. Y que no me venga a mí diciendo la física cuántica que todo es
relativo porque hoy, aquí, en mí y por mí, tiene que haber algo sobre seguro,
aún que sea la locura de pensar que es así en un detrás sólo porque lo siento.
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