domingo, 27 de octubre de 2013

El rumor de un silencio



Se habló ese día de un rumor,

lejano, del norte,

que una chica mató a un chico

con un gélido silencio.



No fue asesinato,

fue homicidio,

ella sólo se defendía

de una pregunta

que nadie iba a contestar.

Y esa respuesta,

en vano,

le mató.



¿Que cuál era la pregunta?

Juntaba todo el aire

que había respirado

mientras los segundos se comían el reloj.

Cuestionaba palabras sueltas

aunque sin sentido,

con demasiado significado.



Se lo dio todo

en una espera de algo,

y se quedó sin nada.



Y al encontrarse ella con eso en sus manos

decidió romperlo

para ver qué pasaba

cuando se rompe un corazón.



Una brecha siguió por el suelo

hasta sus pies,

se deshizo el oxígeno

porqué ya no respiraba.



Se escapó todo el rencor

que había allí dentro,

en tinta oscura

que todavía lleva en el camisón.



Y la chica, sorprendida,

lo dejó caer,

porqué noto un pinchazo

cerca de su pulmón izquierdo.

Acercó su mano a su pecho

y notó que

ya no latía

nada.




Aunque los rumores,

ya lo sabes,

tan sólo son eso.

lunes, 21 de octubre de 2013

Las preguntas mudas

A veces, salgo de casa
y miro al cielo.
Y pienso
¿dónde estás?, ¿como estás?
Me pregunto si acabaste esa canción,
si se la dedicaste a algún otro amor.
Me pregunto si volviste a dejar tus pulmones
al humo de los cigarrillos,
o si ahora cuando sales fuera de la tienda,
en invierno,
el único vapor que sale de tu boca es de agua.
Me pregunto si todavía tienes esa peca en la mano derecha.
Si todavía ahogas a las chicas cuando las miras.
Si te dejas el alma en tocar magia,
con tus cuerdas.
Si tu guitarra aún es roja.
Si tu hermana ya es esposa.
Imagino una casa,
nueva,
con paredes amarillentas.
Un patio y un telescopio. Pequeño.
Para ver las estrellas de cerca.
Para no perder el norte,
para no perder la cabeza.

Y me pregunto, cuando miro al cielo,
si tu también te preguntas de vez en cuando.

sábado, 19 de octubre de 2013

Hacer una montaña de granos de arena



Había una vez una chica que creía que se ahogaba. La corriente se la llevaba. No podía respirar, no podía pensar. Su cuerpo estaba a merced de un gran río azul oscuro que entre piedras y moho se abría paso entre los peces plateados. Intentaba aferrarse a cualquier cosa, y cuando creía que había atrapado una rama entre sus manos se daba cuenta que sólo era agua deslizándose entre sus uñas y su piel. Movía los brazos, para llegar a la superficie y cuando al fin lo conseguía, una ola la embestía hacia el fondo otra vez. Y al final dejó de luchar y se dejó llevar.

Entonces se dio cuenta que solo era un vaso de agua, a medias, en sus manos. Entonces se dio cuenta que ya no tenía sed.

martes, 15 de octubre de 2013

Hoy no hay perdices para cenar


Él dejó el tabaco. Ella empezó a fumarlo.
Él no se afeitó durante semanas, vivió de fideos chinos precocinados que sabían mucho a gato. Ella se compró uno, peludo y gris, con los ojos azules. Los de él se fueron volviendo oscuros y hondos, hasta el momento en que la gente tenía que acercarse mucho para verlos. Acercarse tanto como ella a sus sueños, y después perderlos por el desagüe. Desagüe que se tragaba cada día la cerveza agria que le había sobrado a él, después de quinientos tragos, los últimos se los dejaba a las tuberías. Tuberías que también se quedaron sus preciosos mechones de pelo castaño claro cuando decidió cortárselo, corto, para que ningún otro hombre se volviera loco al verlo deslizarse por sus hombros. Loco como cuando él se giraba y se topaba con esos ojos tan bonitos. Loco como cuando se lanzaban platos a la cabeza. Tan loco como para dedicarle poemas de esos pegajosamente dulces, para poner canciones lentas y intentar bailarlas con sus torpes pies. Y bailaban hasta que el vals se volvía en horizontal. Él no bailó nunca más. Ella se apuntó a clases de jazz y claqué, y ganó un concurso. En solitario. Él jugaba a eso, en el ordenador de la oficina, mientras el navegador no se cargaba.
Él dejó el tabaco, cuando vio que todo se había terminado.
Ella empezó a fumarlo, precisamente por la misma razón.

domingo, 13 de octubre de 2013

La reina del drama


Una chica en el metro esclavizada por la pantalla de su nuevo samsung luce una camiseta con un "I'm free" en mayúsculas, y en inglés. ¿Por qué en inglés? ¿Por qué esta mentira? Lo único que lleva de "free" aquí es la frialdad de las palabras escritas en vez de las susurradas. Y lleva el pelo teñido, de tres colores diferentes, que ya se mezclan en una homogeneidad muy rara. Los ojos pintados. Los labios rojizos. El alma escondida. La mente cerrada. La reina del drama. Una adolescente, de esas réplicas que hay tantas. Con un libro en la mano, que tal vez no ha leído. Con lo mismo siempre en mente y las hormonas siempre en sangre. Con los complejos de revista y las canciones de la radio. Con esa creatividad ya tan vulgar. Y al pensar que creía que cada uno es diferente, me di cuenta que todos somos horriblemente iguales. Y que esa adolescente en el metro es el reflejo de mi culo sentado en ese vagón. Es el reflejo de todo lo que rehúyo, y por tanto, de todo lo que soy.

lunes, 7 de octubre de 2013

El crimen del recuerdo


Un pequeño delito,
en pensar y soñar
con aquello que ya fue perdido.
Un minúsculo error
al ver los ojos verdes
llegar a los míos 
y no girar la vista.
y sí, estaría bien si fuera un principio,
pero esta vez vamos hacia el final.
Dispara la verdad:
que no habrá una vez más.
No olvidaremos la lluvia
en mi pelo
en tus labios.
Pero tal vez sí el sabor de estos.
No olvidaremos nuestras palabras
pero sí los suspiros que dejábamos entre ellas.
Y no olvidaremos nuestro nombre
aunque el aire ya no nos lleve nuestra olor.