Le he estado
dando vueltas
A las dos caras
de una hoja, blanca,
Virgen,
Una incitación a
empezar el más estúpido, simple poema
De rima fácil, y
de besos, noches, amores,
De ojos, mares, océanos,
ahogados,
De personas que
se quieren y, en vano, nunca dicen quererse,
De personas
tristes, melancólicas, mirando por una ventana,
De cielos
despejados, esperanzadores rebaños de nubes con forma de algodón,
E hasta alguno
habrá de viejecitas y porches sentados frente al mar.
Pero esta hoja me
mira, como diciéndome que vale para más,
Y me deja aquí, volteándola,
revolviéndola,
Arrugándola, haciéndola
girar sobre mi dedo índice- para encontrar su punto de gravedad-
Escupiéndola y abandonándola,
varias veces, para volver al rato
-cuando me doy
cuenta que no tengo nada mejor que hacer-
Y después de tan
maltrecha ya no sirve,
Con sus tristes
pliegues y su antes blanco inmaculado ahora un beis color nieve sucia.
Pero me sigue
desafiando con esos ojos, metafóricos- está claro-
Y al final me da
tanta pena, pero tanta,
Que decido
dibujarle un sol, y una casa,
Al más puro
estilo parvulario, y le escribo,
Le escribo que
nadie nunca quiso tanto a un papel como a una persona,
Cuando este le
escuchó más que cualquier amante, hermana, madre, padre o capellán.
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