Ellas quieren que odie. Sí, esas voces, esas personas, que gritan en silencio mis errores. Con prejuicios de la vida que decidí llevar. Quieren que yo también grite. Quieren que vea el mundo con ese filtro que mete a la gente en tarros y los encuaderna en etiquetas, los marca para el resto de sus vidas, marcando también el camino que van a seguir.
Pues, les digo a todas esas voces que yo no quiero un camino.
Les digo que no voy a odiar, simplemente voy a respirar hondo y pensar, pensar claro y alto, tan alto que todos los otros pensamientos lo oigan. Y pensaré en eso, en que no hay cadenas si las rechazas, como no hay sombras si enciendes la luz.
¿Qué nos está pasando? Solo somos un rastro, un rastro de eso que éramos...Ah sí, humanos, con valores, con espejos reflejando que somos todos diferentemente iguales. Nos volvemos marionetas, que unas pocas manos hacen bailar, respiramos por metal y deseamos simple papel. Viajamos en un tren sin andén, que nos lleva hasta un desenlace fatal, no nos querrá ya la luna ni sus mareas, no cantará ya ningún pájaro cuando nos demos cuenta que todo ha salido mal.
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