La lluvia
corretea a mi lado, como si hoy las nubes quisieran llorar para siempre. El
aire lo sopla todo lejos, y así me deja aquí, a mí, sin nada más que yo. Huele
a lluvia. Nunca he podido describir como huele la lluvia. Pero estoy segura que
se puede calificar perfume. Huele a nuevo. A limpio. A empezar de cero. Tal vez
es eso, que las nubes quieren limpiarme de todo lo que me recuerda a él. El sol
me da un descanso, me deja sin calor, porque eso sí que lleva nostalgia y
recuerdos. Y ando, bajo la lluvia. Es muy fina así que no duele. Y esta fría. Y
me resbala por los brazos hasta caer al suelo en un charco que rodea mis pies. Nunca
me han gustado los paraguas. No entiendo el porqué protegerse del agua, si es
lo que nos mantiene con vida. Y miro arriba y las gotas se meten en mis ojos y
lo veo todo borroso. Y aunque no me doy cuenta, la gota que se desliza después
por mi mejilla ya no está fría, ahora es salada.
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