Una cortina se
mueve por el viento, en la casa de enfrente. Y la vecina corta el césped
mientras su hija se escapa por la puerta de atrás, con un chico de esos que a
las madres no les gustan. El perro de dos casas más allá no para de moverse y
ladrar que tiene ganas de salir. Nadie le escucha. Y una chica va a correr y a
sudar el helado que se comió antes en el jardín. Cuando pasa por delante de la
casa del chico que limpia el coche comparten esa mirada de cada día, y me
pregunto porqué no se han dicho nada todavía. Me pregunto si aquí se quedará
todo, en una mirada. Entonces pasa el jovencito del monopatín y choca con ella,
y se levantan, le pide perdón con los ojos en el suelo y al levantarlos la
chica sonríe. Y el que antes lavaba el coche se lo mira, celoso de no haber
chocado él antes. Pasa un taxi y deja a una mujer delante de su casa, vestida
con el mismo vestido que llevaba ayer y con los tacones en la mano y el pelo
revuelto. Y hay una chica en la ventana, que lo observa todo y después lo
escribe, escribe lo que nadie sabe si en vez de mirar solo ve.
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